Hace poco cambié de década y eso me tiene revisando todo lo vivido hasta este momento. Por supuesto que esta revisión también incluye repasar todos los viajes que he hecho. Y de eso se trata este artículo, nos vamos a dar la vuelta al mundo.
Pero ¿qué significa dar la vuelta al mundo? ¿Es subirse a un avión y girarle en torno a la Tierra? ¿Es viajar en línea recta? ¿Significa visitar todos los países del Planeta? No lo sé. He elegido llamar este artículo de esta manera porque es un popurrí de diversos destinos y eso para mí vale como una vuelta al mundo.
ÍNDICE:
Dar la vuelta al mundo
Este es un artículo diferente a los anteriores. Esta vez no te voy a hablar solo de Italia, sino que vamos a viajar a distintos rincones del globo. Es un recorrido a través de muchos de los viajes que hice en estos años.
No soy de las que cuenta los países o ciudades que visité. Más bien soy de las que colecciona experiencias y sensaciones y hoy quiero compartir varias de ellas con vos. Quizás te inspiran a descubrir un nuevo destino. ¿Me acompañas en este repaso viajero?
La natura
Puse los pies en la arena en una playa de Mar del Plata cuando tenía tres meses de vida. Desde aquel momento no hubo año en que no repita el ritual, aunque en las playas de Italia también me tocó hacerlo sobre las piedras.
Observé humear el volcán Villarrica en el sur de Chile, desayuné entre cenizas del Etna en Taormina, me paré en al borde del cráter Navidad para observar el increíble (y negro) paisaje que lo rodeaba y pude ver como se iluminaba en la noche de Hawaii por el Kilauea.
Caminé entre plantaciones de arroz en Sa Pa y lo volví a hacer en Ubud.
Me estremecí con el rumor del agua de la Garganta del Diablo en Iguazú y con el de la tierra en Lombok.
Hice snorkel en la Gran Barrera de Coral y me encontré con una ostra gigante. Me tiré al mar de noche en Hawaii y grité (abajo del agua) cuando vi las mantas rayas aparecer. Me fasciné con los colores de los peces en Menjangan y con la transparencia del agua en San Vito Lo Capo.
Me hipnotizaron los paisajes de Bressanone y las vistas desde la Rocca di Manerba sobre el Lago di Garda.
Disfruté de la naturaleza de CinqueTerre y de la urbanidad de Melbourne.
Tomé sol en Miami Beach y en tantas otras playas del mundo.
Los transportes por el mundo
Navegué en canoa por un río que atravesaba la selva en Ecuador; en velero por el Río de la Plata y en ferry por el Lago di Como. Además me deslumbré con las luces de la noche de Budapest mientras navegaba por el Danubio y lo mismo me sucedió un atardecer por el Sena.
Tapé mis ojos en Hanoi al atravesar un cruce de calles en tuk tuk.
Recorrí en coche las alucinantes Highway 1 de California, la carretera de Hana en Maui, la Costiera Amalfitana, las corniche de la Costa Azul y las carreteras de la Selva Negra y del Parque de las Madonie.
Caminé pendiente arriba por el Sacro Monte di Varese y pendiente abajo desde el mirador Bandurrias en San Martín de los Andes.
Tomé varios medios de transporte para llegar al Morro de San Pablo y lo volví a hacer para llegar a Railay en Thailandia.
Me subí a un funicular para recorrer las calles más pintorescas de Valparaíso, contemplar a Bogotá desde las alturas y para sorprenderme con los paisajes de Bergamo.
Anduve con menos 20 grados por las calles de Boston y con más de 40 por los templos de Angkor.
Paseé junto al Mekong en Laos arriba de un elefante y me arrepentí al instante, años antes cabalgué por las ruinas de Saqsaywaman en Cuzco y también me arrepentí.
Me quedé con las ganas de zarpar en alguno de los enormes yates anclados en Portofino, Cannes, Sanit Tropez y Dubrovnik.
Eventos alrededor del globo
Madrugué para conseguir estacionamiento en las playas del Conero durante la semana de Ferragosto y para ver un ritual de monjes budistas en Luang Praban.
Llegué a Disney World ilusionada con ver el Castillo y en su lugar me encontré con una gigantesca torta por los 25 años.
Me puse un vestido y una capelina y me fui a vivir el Kentucky Derby.
Alenté a la selección Argentina en Viña del Mar, vi un partido de fútbol americano en Cincinnati y grité los goles del Inter en Milán.
Me deslumbraron los fuegos artificiales por el Día de la Independencia de Estados Unidos sobre el mar de San Diego.
Pasé mi primera Navidad en Milán recorriendo cada rincón de la ciudad.
Celebré Thanks Giving cenando en un restaurante de Washington y las Fiestas Patrias chilenas tomando terremoto en una fonda de Santiago.
Recibí un nuevo año bailando por las calles de Roma y otro en un playa de Cariló.
Volví a bailar en el Love Parade de San Francisco y en la Oktoberfest de Villa General Belgrano.
Las emociones durante la vuelta al mundo
Me sentí una adolescente sentada en el sillón de Central Perk en los estudios de Warner Bros. de Los Ángeles. Y me encantó cada rincón de las locaciones de Benvenuti al Sud.
Se me estrujó el corazón en Auschwitz, me volvió a suceder frente al Memorial del Muro en Berlín y en el Memorial del Holocausto de Milán.
Me deslumbró la catedral de Colonia y unos años después descubrí su conexión con una de las iglesias de Milán.
Vi el fantasma de la Ópera (de pie) en un teatro de Broadway y me conmoví con «O» de Cirque du Soleil en Las Vegas.
Recorrí templos de la Magna Grecia en Salerno que me asombraron al igual que lo hizo un acueducto romano en Segovia.
Me emocioné con las campanadas de la Basílica de San Antonio de Padua y con el llamado al rezo musulmán mientras subía a Borobudur, el templo budista más grande del mundo.
El Beso de Klimt me conquistó al igual que lo hizo el Nacimiento de Venus de Botticelli.
Me reí a carcajadas con amigas en el Coco Bongo de Playa del Carmen y disfruté de caminar sola por las calles de Londres.
Me enamoré de Borghetto, uno de los pueblos más lindos de Italia; de Purmamarca, un pueblo de la Quebrada de Humahuaca y de Hoi An, una localidad en la costa de Vietnam.
Dar la vuelta al mundo para disfrutar de la hora dorada
Contemplé los amaneceres más maravillosos sentada en el Salar de Uyuni; esperando (paciente) en la Puerta del Sol de Machu Pichu, escuchando música frente al Bromo y en la terraza de un barco flotando en el Mar del Coral. Cada uno, y tantos otros que no estoy incluyendo, valieron el madrugón.
Con una Birra Moretti en la mano miré como caía el sol en las salinas de Marsala; con una Chang en la isla Phi Phi y con una Bintang en Uluwatu.
Con los últimos rayos de luz le saqué muchísimas fotos a los 12 apóstoles australianos, otras tantas al Duomo de Milán y un sin fin a las callecitas de Chioggia.
Rodeada por mi familia en La Paloma aplaudí cuando el sol se escondió en el mar y entre un montón de desconocidos lo vi desaparecer entre los rascacielos de New York.
Comer dando la vuelta al mundo
Desayuné medialunas en Pinamar, granita en Sicilia y pain au chocolat en Paris.
Hice un pic nic junto al río Limay en la Patagonia argentina y disfruté de un aperitivo en Brunate en el norte italiano.
Acompañé una comida con una copa de Malbec en Mendoza, con una de Chianti en Toscana y con una de Carmenere en Santa Cruz en Chile.
Comí (muchas) empanadas y humitas en Salta, chocolate en Bruselas, fondue de queso en Zurich, pulpo al olivo en Lima y Focaccia en Santa Margherita Ligure.
Probé algunos de los platos más ricos que comí en Italia en un restaurante de Sorrento.
Me tomé un cocktail en el bar del Hancock en Chicago, otro en un helipuerto en Kuala Lumpur y uno más en el Marina Bay de Singapur.
Salí de tapas en Madrid, de bacari en Venecia y de aperitivo por Milán.
Se me electrificaron los pelos una noche de tormenta en un rooftop de Bangkok y disfruté de un cielo despejado en un rooftop de Venecia.
Almorcé salchicha y cerveza en Hamburgo, lo volví a hacer en Praga y una vez más en Salzburgo.
Visité una fabrica de butter cookies en un pueblito de cuento de Dinamarca. En otro pueblo de cuento, pero esta vez de Holanda, conocí una fábrica de queso Gouda, y en Salerno almorcé en un caseificio para ver como hacían la mozzarella di búfala.
Dormir por el mundo
Dormí en una carpa en Gualeguaychú, en un barco por Halong Bay y en el piso del aeropuerto de Salvador de Bahía.
Me hospedé entre medio de los árboles en Huilo Huilo y en medio del desierto de Atacama.
Intenté descansar en un micro rumbo a Palm Cove en Australia y en un tren por la isla de Java.
Dormí a pasos del Duomo de Florencia y en medio del distrito judío de Kazimierz de Cracovia.
Tuve una habitación con vista al Lago di Iseo y otra con vista a Cefalú; una en una Villa estilo Liberty en Varese y otra en una torre de Berlín.
También dormí en casa de familiares, de conocidos, de amigos y de amigos de amigos.
Te adelanté que este sería un artículo diferente a todos. Este será un artículo viviente. Continuará creciendo año a año porque así es mi versión de dar la vuelta al mundo.
Es más, hoy podría seguir escribiendo, porque lo vengo haciendo hace semanas y este post parece no tener fin porque son muchas las experiencias vividas en estos cuarenta años y tantos otros los destinos visitados.
Espero que te haya gustado y que te inspire a descubrir nuevos destinos para que vos también puedas escribir tu propia versión de dar la vuelta al mundo.
Buon Viaggio!